Os propongo un juego…. Ponte en una posición cómoda cerca de un reloj, abre un mano y cierra la otra, ahora tienes 5 minutos para abrir la mano que tienes cerrada y cerrar la que tienes abierta, ¡eh! Solo una vez y sin cerrar los ojos ¡No vale que abras y cierres la mano sin parar durante 5 minutos! …. ¿Que tal la experiencia? A nosotros nos costó mucho… nos picaba la nariz, nos molestaba el pelo, hacia mucho calor en la sala y nos levantamos a abrir la ventana, el tiempo pasaba muy lento, estarnos quietas fue difícil, bueno algunas ni lo conseguimos… Pues si nos cuesta escucharnos durante 5 minutos imaginate escuchar a los demás… No hay que tener miedo al silencio, tampoco a la quietud vivimos a 200K/H parece que si paramos un segundo o nos atropella la vida o nos llaman vagos… Pero si has viajado alguna vez a es velocidad y has tratado de mirar a los árboles seguro que solo has visto algo borroso moverse de lado a lado de la ventanilla, así es, creo, como muchas veces pasan las personas en nuestra vida… por eso ejercicios muy sencillos pueden ayudarnos a bajar la velocidad y poder ver y escuchar a todas mis compañeras.
Siguiendo con los juegos…. Ahora que llega la navidad y nos juntamos en grupos grandes… pideles a tus amigos o familiares que formen dos filas, una frente a otra y que dejen un pasillo en medio. Ahora ponte al comienzo de ese pasillo cierra los ojos, respira intenta relajar todo tu cuerpo y deja que sean las personas que componen ese pasillo las que te manipulen y te hagan viajar hasta el final del pasillo… Cuéntanos ¿Has podido relajarte? ¿Has dejado que te manipulen? ¿Aparecen tensiones? Ahora colócate en el pasillo y pide a los demás que hagan lo mismo probablemente verás como aparecen tensiones en su cara, sus paso se hacen más pequeños e inseguros, hay mucha rigidez en el cuello y los hombros… Esa rigidez y esa tensión es la coraza que nos ponemos todas las mañanas antes de salir de casa para enfrentarnos a la vida, para ocultar nuestros miedo e inseguridades.
Nuestro cuerpo nos habla todo el rato, tiene mucho que decirnos, generalmente no le escuchamos, pero si le escucháramos nos entenderíamos mucho mejor, porque al cerebro se puede llegar a través del cuerpo no siempre hay que recurrir al cerebro para llegar al cuerpo.
Autor: Aritz López